El que por mucho tiempo habla por mucho tiempo, debe afrontar las consecuencias de sus palabras, nada más justo que conocerse al escucharse y nada más oportuno que cambiar en el silencio.
"No es lo que por su boca entra lo que contamina al hombre, sino lo que de su boca sale, porque lo que de su boca sale del corazón proviene" (Jesús de Nazaret).
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